Un año se va, otro nuevo llega; y aunque la vida no entiende de calendarios, este es el momento en el que todos nos ponemos de acuerdo para dar nuestros buenos deseos. Este es mi buen deseo para ustedes: Que la felicidad los sorprenda en alguno de los 366 días que se van a suceder (sí, bisiesto). Seamos realistas: Tal vez encuentren a Dios, tal vez no. Tal vez encuentren el amor, tal vez lo pierdan. Tal vez, y solo tal vez, encuentren el maravilloso regalo de la amistad. Lo importante es que sean sencillos, y que las irregularidades del camino que se hacen sentir en el rodar de la vida, no limiten su capacidad de ser felices. Todo lo que hace falta para justificar un año es un día de verdadera e intensa felicidad. No se trata de algo que estaban esperando que les pase, es una irrupción de felicidad sin mediar palabra. Es enterarnos en un golpe que la vida nos tiene en cuenta. Es algo que tira la puerta abajo y te sorprende cuando no estabas en guardia, y sentís que no podes reír más fuerte y que el corazón te va a estallar. Así se presenta la verdadera felicidad. Esa sorpresa es mi deseo para ustedes en este 2012. Que la felicidad irrumpa en sus vidas.

¡Un fuerte abrazo!

Javier

Iba caminando por San Telmo, volviendo a casa, cuando me encontré a esta pequeña niña en la esquina de Defensa y Chile. Quise expresarle mi desacuerdo sobre algunas de sus opiniones (sobre todo en los asuntos referidos a la sopa), pero a ella no le interesó. Y así debe ser. Recordé que no tiene importancia lo que nosotros pensemos sobre Mafalda. Sólo importa lo que Mafalda piense de nosotros. Ella no tenía a dónde ir y yo no tenía nada que hacer, así que nos quedamos ahí sentados toda la tarde, esperando que pararan el mundo para poder bajarnos.

Y nos sacamos una foto para que me crean: